"La Aventura Maravillosa del Batiscafo"
Sofía, una niña conocida por ser sabelotodo, y Lucas, un niño un poco miedoso, se encontraban en el parque un soleado día de verano. Mientras jugaban en el columpio, Sofía, que siempre estaba llena de curiosidades, comenzó a hablar de algo que había leído en un libro: el batiscafo.
—¿Sabías que el batiscafo es una especie de submarino que se utiliza para explorar las profundidades del océano? —dijo Sofía, inflando sus mejillas con orgullo, como si hubiera dado una enorme lección de ciencia.
Lucas la miró con sus grandes ojos castaños, un poco confundido. —Pero, ¿no es muy peligroso? —preguntó, mientras se balanceaba nerviosamente en su columpio.
—¿Peligroso? ¡Para nada! —exclamó Sofía con una sonrisa desafiante—. Es súper seguro. Puedes ver peces gigantes y cosas increíbles. ¡Imagínate!
—¿Y si el batiscafo se hunde? —insistió Lucas, ahora con un tono de voz un poco más alto—. ¡Podríamos quedarnos atrapados debajo del agua! No podrían sacarnos a tiempo, y yo no sé nadar.
Sofía se rió a carcajadas, lo que hizo que Lucas se sintiera aún más incómodo. —Lucas, no seas exagerado. El batiscafo es como una burbuja gigante que flota en el agua. Estoy segura de que podrías salir de ahí en un abrir y cerrar de ojos. Además, ¡tendrías una vista espectacular!
—¿Espectacular? ¿Como ver a un pez globo inflarse? —dijo Lucas, aún con dudas pero con un atisbo de emoción en su voz.
—Exactamente eso —afirmó Sofía, con una entonación triunfante—. Y podrías ver criaturas que nunca has imaginado. Pensando bien, tal vez podrías encontrar un monstruo marino.
Los ojos de Lucas se agrandaron. —¿Un monstruo marino? ¡Eso es aterrador! —gritó—. ¿Y si nos atrapa con sus tentáculos y nos lleva a su cueva secreta?
—Por favor, Lucas, esos son solo mitos—Sofía rodó los ojos, intentando contener una risa—. Además, si un monstruo se atreve a capturarte, ¡tendrás que sacarle una selfie para que todos crean que es real!
Lucas comenzó a imaginarse en un batiscafo, con un monstruo enorme asomando su enorme cara por la ventana. —¿Y si se ve muy furioso? —tartamudeó—. ¡Tal vez me comería de un bocado!
—¡No seas tonto! —dijo Sofía, riendo aún más—. Si un monstruo se acerca, lo que tienes que hacer es ofrecerle algo que le guste, como una galleta. ¡Los monstruos, como todos, tienen también sus gustos!
—Pero, ¿qué tal si no le gustan las galletas? Tal vez prefiera espaguetis o algo así —Lucas empezaba a entrar en su propio mundo de miedo e imaginación—. ¡Y si me pide un batido de fresa, ¿qué haría entonces?!
Al ver a su amigo preocupado, Sofía decidió cambiar de táctica. —Lucas —dijo suavemente—, piensa en lo cool que sería tener una charla con un monstruo. Le podrías preguntar dónde esconden sus tesoros, y quizás te regale un mapa del océano.
—¿Un mapa del océano? —Lucas se sintió intrigado—. ¿Podría estar lleno de islas misteriosas y arrecifes de coral?
—¡Exactamente! Y en esas islas, podrían haber tortugas gigantes que te lleven de paseo. A lo mejor, hasta encuentras una sirena que te enseñe a nadar. ¡Serías un héroe marino!
Lucas sonrió por primera vez. La idea de una sirena era mucho mejor que la de un monstruo. —¿Y si la sirena me regala una concha mágica que cumple deseos? —preguntó emocionado.
—¡Eso sería genial! Podrías desear ser el explorador más valiente de todos los mundos acuáticos. Nunca más tendrías miedo —dijo Sofía, imaginando lo que podría ser una aventura.
—Y tendría un batiscafo de lujo, con un tobogán que me dejaría caer al mar cuando quiera —agregó Lucas, ahora con una gran sonrisa, sintiéndose cada vez más seguro.
—¡Así se habla! —aprobó Sofía—. La próxima vez que veas un batiscafo, en vez de miedo, piensa que es tu entrada a un mundo lleno de sorpresas.
Lucas se balanceaba feliz en su columpio. Ya no pensaba en monstruos, solo en sirenas, mapas y grandes tesoros. Y entonces, de repente, se le ocurrió una idea brillante. —¡Sofía! ¿Qué pasaría si hacemos una excursión al océano y buscamos nuestro propio batiscafo?
Sofía, emocionada, comenzó a dar vueltas alrededor de Lucas. —¡Sí! ¡Usemos nuestras bicicletas y hagamos un gigantesco batiscafo de papel! Solo necesitamos un poco de imaginación y tal vez un par de globos.
Lucas rió con fuerza. —¡Eso suena muy divertido! Y si alguien nos pregunta de dónde hemos salido, podemos decir que venimos del fondo del océano.
Los dos amigos se pusieron a planear su aventura, riendo y dejando atrás todos los miedos, imaginando la vida debajo del mar. Esa conversación sobre el batiscafo no solo disipó los temores de Lucas, sino que también les dio ideas para futuras aventuras.
Así que, con una mente llena de sueños marinos y un corazón ligero, Sofía y Lucas decidieron que la próxima vez que se vieran, no solo hablarían sobre el batiscafo, sino que crearían su propia expedición valiente. Nunca más tendría Lucas que temer al océano, pues ahora tenía a su lado a la niña que sabía de todo.
Y así, mientras el sol se ponía y las estrellas comenzaban a brillar en el cielo, los dos amigos comenzaron a dibujar en la arena su majestuoso batiscafo de papel, listos para navegar a donde la imaginación los llevara.